El fracaso genera un sentimiento de
frustración e inutilidad. Estas son reacciones normales cuando las cosas
no resultan como se esperan. La frustración genera diversas reacciones
como la ira, ansiedad o estados depresivos, entre otros.
El sentimiento de inutilidad puede
lastimar la autoestima, modificar el autoconcepto y cuestionar la autoimagen.
Esto se debe a que, conscientemente o no, siempre se está atento a la opinión
que los demás tienen de lo que cada uno hace. Y hay una tendencia a causar una
buena impresión, a tratar de demostrar qué tan listo, inteligente o hábil se es
en lo que se está desempeñando.
Cuando el fracaso ocurre invade a la
persona una sensación de vergüenza social, se reconozca o no, siempre está presente
en el pensamiento de "¿Qué van a decir de mí?".
Y a partir de esto la persona que
fracasa en hacer realidad su plan de vida, generará justificaciones de lo
sucedido, echará la culpa a otra persona y, en el peor de los casos, mentirá
sobre las razones del fracaso.
Es de vital importancia que la persona
sea honesta y sincera consigo misma para que logre una adecuada reflexión y
pueda descubrir las causas que la condujeron a esta experiencia de fracaso QUE
NO VUELVA A SUCEDER.
Es llamativo el hecho de que una
experiencia de triunfo muy pocas veces se analiza. La persona que alcanza el
éxito dedica una buena cantidad de tiempo y energía a celebrar el objetivo
alcanzado. No se detiene a elaborar ninguna reflexión que le sirva de
aprendizaje final derivado de su éxito.
Es de vital importancia entender que
ningún ser humano es perfecto; es parte de la naturaleza humana el error, por
tanto se debe tener conciencia que en alguna de las áreas de la vida, en algún
momento se pueden cometer errores garrafales que terminen en fracaso. En
consecuencia cuando el fracaso se presente en una de las áreas de la vida es
mejor reaccionar con humildad y con un sentimiento de piedad hacía sí mismo,
para evitar inútiles mortificaciones de culpa. De esta manera se asume la
responsabilidad de los actos tal y como corresponde, sin exagerar, pero tampoco
sin minimizar lo que ha sucedido y en qué se ha equivocado.
Debido a que la naturaleza del ser
humano es susceptible al error, es absurdo buscar la perfección. Es más, la búsqueda
de la perfección en el actuar humano, genera una disposición a pensamientos y
comportamientos de tipo neurótico, a cultivar conductas obsesivas, ya que la
perfección NO SE ALCANZA NUNCA, y eso es en sí mismo frustrante.
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